En sus veintiuna ediciones, la Ruta de Senderismo Arribes del Duero, de la localidad de Mieza, en pocas ocasiones ha contado con la compañía del buen tiempo, y esta 2016 no fue una excepción. Aun así, más de 400 senderistas acudieron a esta tradicional cita del mes de abril en las Arribes. La lluvia, el viento e incluso el granizo no fue impedimento para disfrutar de sus paisajes, especialmente a partir de la zona de avituallamiento, momento en el que la marcha comenzó el descenso camino al regato de Mieza que llaman desde Aldeadávila.
El viento amainó entre los colagos y fayones y la lluvia se notaba menos, eso sí, hasta el Reventón y la Peña la Salve, donde los senderistas comenzaban a aparecer en el camino de Santa Marina. Pero antes de llegar hasta allí la ruta daba para mucho más, primero con la entrega en la plaza de una mochila conmemorativa de esta vigesimoprimera edición.
El inicio de la marcha se daba unos minutos antes de las once de la mañana. Los senderistas, comandados por Anselmo, salían por la rodera del Egido para encaminarse después hacia la rodera de El Horno y coger la Fuente Brincone"s. Tras el avituallamiento dirigido por Óscar, los caminantes tomaban el sendero de Los Molinos para llegar a El Hundido y al Arroyo Pinal, girar hacia el camino del Reventón y continuar el ascenso por el camino de Santa Marina y salir al camino de la Code.
Se trataba de un recorrido en gran parte novedoso, los 9 kilómetros propuestos en el itinerario discurrían por algunos de los parajes más agrestes y singulares de cuantos esconde el Parque Natural Arribes, entre los que cabe destacar El Hundido, en un tiempo ?estaba lleno de olivos?, como recordaba el alcalde Ismael García en la presentación de la ruta, o, antes, el sendero de los Molinos, camino que conducía a las aceñas sobre el Duero.
Pero sobre todo, la que no pasaría desapercibida era la Peña de los Cinco Culos con su leyenda de frailes cuando subían del convento de Santa Marina La Verde, hoy poblado de Iberdrola en el Salto de Aldeadávila. La leyenda cuenta que tres curas dejaron marcadas sus posaderas cuando tras entrar en éxtasis al escuchar La Salve pasaron años lo que para ellos fueron unas horas de descanso al subir por El Reventón.
Con la llegada al camino de la Code, los senderistas se dirigirían directamente al pueblo, donde les aguardaba una suculenta comida a base de asados de carne. El Colagón del Tío Paco era sustituido por las antiguas escuelas, hoy reconvertidas en un funcional edificio que sirve cualquier evento. Cerca de 500 personas darían cuenta de panceta, costilla chorizo, queso y vino de las Arribes, y sobre todo de las aceitunas de Mieza, famosas más allá de las Arribes.
Tampoco faltaría el café, el aguardiente y dulces típicos de la tierra, además de la música de los tamborileros; y para concluir la jornada,la actuación del grupo de sevillanas de Vitigudino ?Pasión y Baile?, evento que pondrá fin a un día entrañable a pesar de las inclemencias meteorológicas, una circunstancia que quedó en un segundo plano tras ser testigo de la hospitalidad de Mieza y sus gentes, donde todo el mundo es bienvenido.